Han pasado 24 horas desde que el árbitro Mohammed Abdulla Mohammed pitó el final del partido.
Han pasado 24 horas desde que yo miré una vez más el marcador electrónico para comprobar que no había entrado en un trance teñido de color pesadilla durante 90 minutos, y que todo había sido una broma de mal gusto.
Han pasado 24 horas desde que miré la cara de cada uno de mis 5 compañeros y aún no encuentro en el teclado de mi compu las teclas que puedan describir sus rostros. Hasta Jupabola, con su cara totalmente pintada desde las 8 de la mañana con los colores de nuestra bandera, sostiene en sus manos en vez de en su cabeza, la Jupabola, apretando con fuerza la pieza que ha recorrido con él los últimos 6 mundiales hasta llegar, casualmente, a su Mundial número… 7.
Son las 9 de la mañana hora qatarí, del día después de lo que parece ser el asesinato de nuestros sueños mundialistas. Y yo me pregunto, ¿a qué sabe la derrota?
Y no logro entender qué sienten mis papilas gustativas ante lo sucedido.
Decido reformular la pregunta hacia ¿a qué sabe la victoria?
Y automáticamente me teletransporto en el tiempo y vuelo hacia los días que fui jugadora, y también vuelo, por supuesto, a las noches en el Nacional en las que la Sele ganó sorprendentemente a Canadá y a Estados Unidos, para llegar al repechaje y ganarle a Nueva Zelanda.
Cierro los ojos y la victoria me sabe a un trago de cerveza bien fría tras alzar el vaso bien alto brindando con los y las compas. La victoria sabe a una buena cena, cuya sal no viene del salero sino de alguna que otra lágrima proveniente de la emoción. La victoria hasta puede saber a un buen beso que equipara la pasión que sentimos cuando vemos ganar a quién nos representa.
Y de repente me doy cuenta de porqué no logro saber a qué sabe la derrota.
Busco en internet la palabra “sinsabor” y me aparece definida como “Sentimiento de pesar o disgusto que afecta a una persona”. Supongo que esta definición puede mutar a “Sentimiento de pesar o disgusto que afecta a 5.180.000 personas”…
Pero quiénes seguís a Subite al Chunche y hasta quiénes sacáis vuestros minutos para alejaros de la inmediatez de la vida y os paráis a leer este blog, sabéis que si hay algo que nos caracteriza a estxs loquillxs es la ESPERANZA. Porque lo que hacemos es traer esperanza al fútbol, y con ello, darle una visión más humana.
¿Y sabéis qué?
A pesar de estos 7 goles en contra, ningunx de nosotrxs cambiaría absolutamente ni uno de los 7.000 kilómetros que acabamos de recorrer en esta aventura por el Medio Oriente.
Dicen que la esperanza es lo último que se pierde, y si estáis leyendo estas palabras es porque sé que estáis buscando esperanza hasta debajo de las piedras. Pero la esperanza nace dentro de cada unx. Y por ello, os invito a que busquéis y encontréis la vuestra, porque solo hay una cosa más mágica que la propia magia,
y
es
el
fútbol.
Durante 90 minutos está permitido soñar ya que todo es posible, y no solo quedan 90, ¡sino 180!, para que ojalá vengan 90, 90 y 90 más y así hasta donde la esperanza nos permita llegar.
Manden amor y positivismo a los jugadores, lleven la chema de la Sele con la cabeza alta por las calles de San José, Alajuela, Heredia, Cartago, Puntarenas, Guanacaste, y Limón, visualicen los goles de Joel y las paradas de Keylor y dejen de compartir memes que ridiculizan a quiénes nos han permitido soñar.
Tenemos 4 días para preparar nuestras papilas gustativas y llegarle a Japón con el hambre de quiénes quieren degustar la victoria.