Son las dos de la mañana. Faltan menos de 24 horas para irnos, y estoy…bueno, entre cagado del susto e incrédulo. Sucede que, cuando se juntan las necesidades de aprendizaje, responsabilidad, y aventura; el resultado puede ser tremendamente intenso, y por ende estresante. Mucha gente dice “qué dichosos”. Claro, es un privilegio viajar, más aún para ver a tu Selección en el mundial. Lo reconozco, lo aprecio, lo agradezco profundamente día tras día. Pero cuando la pasión es regla, el miedo a fracasar se asoma también. Dicen que parir es un dolor que un hombre nunca entenderá, quizá porque tiene premiación más sentida que final mundialista. Y sin intención de minimizar dicho dolor recompensado por la mujer, a mi cansada cabeza no se le ocurre mejor analogía: Subite al Chunche ha sido una parida. Y qué premio más gordo se asoma.

Abro “notes” y veo un “to-do” list que no cabe en la pantalla de la compu y mi mente divaga en dos direcciones. La primera, más filosófica y racional, sabe que puedo pasar toda la noche reduciendo esa lista, o bien dejarla así; y que probablemente la diferencia que hará sea mínima. La segunda, romántica; quiere cumplir, quiere irse sin preocupaciones, quiere sentir una libertad plena que sabe no llegará jamás. Al fin, termino coqueteando con ambas. Escribo un paquete de prensa en inglés en caso que algún medio en el camino quiera contar nuestra historia–a pesar de la profunda frustración que siento con el 95% de los periodistas que lo han hecho, dado que solamente le dan copy paste…así que al carajo, les hago el brete yo de una. Entonces, paso la culpa y la frustración al asiento de atrás y me tiro medio episodio de La Casa de Papel. Por la puta qué buena serie. Y luego , de vuelta a los correos de agradecimiento, tan necesarios pero tan tediosos a la vez.

Finalmente, siento la boca seca y me decido ir a rulear. A la par del cepillo de dientes topo con mi pasaporte. Tiene más sellos que documento de Hacienda. 53 países y contando. Me tomo 5 minutos en silencio para recordar, agradeciéndole a la vida cada uno. Esa insaciable curiosidad que me ha llevado a pisar tierras lejanas. De nuevo, privilegiado sin duda (tico, blanco, hombre, pudiente), pero no más que miles que no han movido un dedo por explorar el mundo que anhelan a través de la ficción de Instagram, pero que prefieren gastar el aguinaldo en mejorar el iPhone, que en tan siquiera visitar Carara.

Conforme me gana una combinación de sueño, ansiedad y euforia; me cae la peseta. Un nuevo grado de entendimiento de porqué Subite al Chunche conecta con los ticos y ticas. Es un espejo. Un espejo en el que cualquiera se puede ver, y explorar cuál es su propia receta que combine aprendizaje, responsabilidad y aventura. Espero esta noche, con la jupa en la almohada, se hagan esa pregunta. Y tengan la valentía de aceptar la respuesta.

Nos fuimos para Rusia carajo.