Hoy estuve reflexionando acerca de cómo soy una persona tremendamente bendecida por la Dios y por la vida.

Usted estará pensando, ¿a usted no lo operaron de un tumor en la cabeza que lo dejó con una parálisis facial enorme, teniendo que aprender a caminar desde cero, perdiendo el oído izquierdo y con el ojo completamente bizco?

¿Cómo es eso posible? Le explico. En este momento,  estoy sentado en el asiento de un avión que me va a llevar al Mundial de Rusia, nada más y nada menos que mi sexto mundial al hilo desde Francia 98.

Hoy me siento privilegiado y agradecido de la oportunidad de vivir un Mundial más en la compañía de mis amigos. Siempre me preguntan que cuál mundial ha sido mi favorito. Brasil por supuesto ha sido mi respuesta. Ninguno como Brasil. Este será diferente, será especial para mí. Sólo el hecho de poder caminar nuevamente lo hace mejor que cualquier otro.

Este año me uní al proyecto Subite al Chunche y estoy como chiquito con juguete nuevo. Estoy esperando comenzar las nuevas aventuras a bordo del bólido ruso que lleva el nombre de “El Chunche”.

El recorrido está trazado, Samara, San Petersburgo y Niznhy. Tres partidos que guardan las esperanzas de un país entero. Las opiniones van y vienen, sin embargo yo sigo esperanzado como en Brasil cuando casi nadie confiaba en Costa Rica. Unos pocos siempre creímos que se podía lograr algo grande. Es por eso que esta aventura es tan bonita. Representa la esperanza de lograr vencer las estadísticas, de ser el pequeño gigante, como sobrellevar un tumor y volver a caminar; o experimentar una vieja pasión: estar en un Mundial de fútbol.

Jupaebola.